Tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros. 2 Corintios 4:7
¿Alguna vez te has sentido común o poco especial? Tal vez reconozcas algunas habilidades únicas o momentos brillantes en tu vida, pero en general te percibes como una persona más entre millones. Sin embargo, no hay nada ordinario en lo que Dios está haciendo en ti y a través de ti. Tu vida es el escenario donde Él manifiesta Su extraordinaria presencia. Y lo hace precisamente para que el mundo lo vea a Él, no a ti.
Pablo comparó nuestras vidas con vasijas de barro, recipientes simples y cotidianos en la antigüedad. Su verdadero valor no estaba en su apariencia, sino en lo que llevaban dentro: agua, aceite, trigo o incluso tesoros. De la misma manera, tu valor eterno proviene del Tesoro que habita en ti: Cristo mismo. Es Su poder, no el tuyo, el que transforma, sana, salva y redime.
Tu propósito es claro: reflejar Su gloria. Eres portador de Su luz en un mundo que desesperadamente necesita esperanza. Así que permite que el Espíritu Santo llene tu vida hasta rebosar. Porque mientras más viva Él en ti, más querrán los que te rodean conocer al Dios que te habita.
Señor, gracias por depositar Tu gloria en mi vida, a pesar de mi fragilidad. Ayúdame a recordar que mi valor no está en lo que soy, sino en lo que Tú haces en mí. Lléname con Tu presencia para que cada palabra, cada acción y cada decisión refleje Tu amor y poder. Que los que me rodean no vean un vaso de barro, sino el Tesoro eterno que vive dentro de mí. En el nombre de Jesús, Amén.
