Entonces se levantó Jonatán hijo de Saúl y vino a David a Hores, y fortaleció su mano en Dios. (1 Samuel 23:16)
Todos sabemos lo significativo que es tener amistades provechosas. Contar con amigo que en medio de la angustia nos tienda su mano, que en medio de la enfermedad nos ofrezca su ayuda, y que ora con nosotros cuando estamos desanimados. Una amistad piadosa es un instrumento indispensable del aliento del Señor.
David comprendió el poderoso aliento que el Señor podía dar a través de la amistad. Huyendo constantemente del rey Saúl, empujado al desierto, David encontró el consuelo y la fuerza que necesitaba en Jonatán, su querido amigo. Jonatán dejó la comodidad de su residencia real para asegurarse de que David permaneciera fuerte en el Señor. Eso es lo que hacen los verdaderos amigos: no les importa ser incomodados si eso significa apoyarnos en un momento de necesidad. Se quedan con nosotros cuando las cosas se ponen difíciles. Lamentablemente, si siempre estamos enfocados y preocupados por nuestras propias necesidades, rara vez encontraremos las ricas recompensas que trae la amistad.
Por lo tanto, piensa hoy, ¿qué clase de amigo eres? Reconoce que, a veces, el ministerio más significativo de Dios a través de ti se llevará a cabo a través de tus relaciones con los demás: cómo los apoyas, amas y cuidas de ellos. Así que esfuérzate por ser el mejor amigo que puedas ser.
Señor, gracias por el don de la amistad. Ayúdame a ser un amigo que anima, apoya y ama a los que me rodean, como Jonatán hizo con David. Enséñame a ser un reflejo de tu amor y cuidado en mis relaciones, y a reconocer las oportunidades que me das para ministrar a los demás. Que siempre sea una fuente de fortaleza y esperanza para mis amigos. En El Nombre de Jesús, Amén.