La luz de los ojos alegra el corazón, Y la buena nueva conforta los huesos. Proverbios 15:30
En Lucas 2: 8-20 encontramos la primera proclamación de que el Mesías había venido a la tierra. Curiosamente, las personas que fueron bendecidas al escucharlo no fueron reyes, sacerdotes o profetas, sino pastores. Dios envió este anuncio de nacimiento tan maravilloso a la gente común, hombres que no tenían riqueza, poder o posición social para ser tomados en cuenta. De hecho, según los estándares judíos, los pastores eran considerados parias. Fueron despreciados por el trabajo que hacían con las ovejas, lo que las hacía ceremonialmente impuras. Estas personas olvidadas pueden haberse preguntado si sus vidas realmente contaban para algo. Afortunadamente, la respuesta rotunda de Dios fue “¡Sí!”
El Señor no eligió a grandes oradores ni monarcas para proclamar las Buenas Nuevas de Jesucristo esa noche. Él eligió a los pastores. ¿Por qué? Porque eran personas como tú y yo. Y cuando escucharon las alegres nuevas, no se preocuparon por lo que la gente pensaría de ellas o cómo se verían. Simplemente sabían que le daría esperanza a Su pueblo, al escuchar que el Mesías finalmente había llegado. Entonces, dondequiera que fueran con sus rebaños, contarían la historia de cómo el Salvador había nacido en Belén.
No te pierdas este mensaje: No importa quiénes somos. Lo que Dios más quiere de nosotros es que contemos Sus Buenas Nuevas y alabemos Su nombre. Esos pastores no restaron valor al evangelio debido a su humilde condición; más bien, se convirtieron en parte del hermoso mensaje de que el Salvador había venido a alcanzarnos a todos, sin importar cuán humildes o solitarios fueramos.
Proclama hoy esa buena nueva, y declara que con alegría, que es El Señor Quien nos da nuestra esperanza, nuestra identidad y nuestro valor.
¡Padre, te doy gracias por el privilegio de proclamar las Buenas Nuevas de salvación a través de Jesús! Gracias porque una relación Contigo es la única calificación que necesitaré. Que pueda compartir audazmente Tu mensaje de esperanza con quienes me rodean, tal como lo hicieron los pastores. En El Nombre de Jesús, Amen.