Escucha:
“En el día que temo, Yo en ti confío. En Dios alabaré su palabra; En Dios he confiado; no temeré; ¿Qué puede hacerme el hombre?” (Salmos 56:3-4)
Piensa:
El miedo es un enemigo poderoso que puede tomarnos por asalto cuando las circunstancias no marchan a nuestro favor y puede sumirnos en la oscuridad al robarnos la esperanza de confiar en que el poder de Dios puede revertir cualquier situación adversa. Es un proceso de maduración espiritual, emprender esa batalla ante el desasosiego del miedo y salir victorioso
El Rey David fue un ejemplo claro de dicha maduración. Su vida corría peligro y con ello la estabilidad de su reino, a causa de la férrea persecución de la que era víctima por parte de sus enemigos. Sin embargo ante tan apremiante circunstancia, entendió que era necesario saberse junto a Dios, convenciéndose cada día, de que no estaba sólo, de que tenía en el Señor su sustento y que a través de Él nada era imposible.
Así escribió en el salmo 27 una pregunta retórica que demostraba su confianza en El Señor: “Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré?” Que luego reforzó en las escrituras de hoy diciendo: “En Dios he confiado; no temeré; ¿Qué puede hacerme el hombre?”
Justo como David se hizo consciente en un proceso gradual, de que Dios lo acompañaba, sepamos también nosotros que El Señor nos acompaña, nos sustenta y nos brinda la esperanza de sobreponernos al miedo y seguir adelante en el propósito que tiene para nosotros.
Hagamos nuestras las hermosas palabras de David y digamos cada día: No temeré Señor, porque en Ti Confío.
Ora:
Señor, cuando el miedo y la duda me quiten la esperanza de salir victorioso, acercáme a Ti y permíteme llenarme de confianza, sabiendo que bajo Tu compañía, no existen circunstancias que no puedan ser superadas. Amén.