El rico y el pobre se encuentran; A ambos los hizo Jehová. Proverbios 22:2
A ninguno de nosotros nos gusta que nos digan que somos orgullosos, y normalmente, debido a nuestra propia naturaleza errática, somos los últimos en darnos cuenta cuando la arrogancia caracteriza nuestras vidas. El orgullo a menudo comienza con una baja autoestima y luego se convierte en un círculo vicioso. Nos sentimos inseguros cuando nos comunicamos con los demás y nos preocupa que se den cuenta de que no somos tan buenos como creemos o que, de algún modo, nos aventajen. Así que minimizamos a la otra persona, señalando nuestra superioridad en inteligencia, riqueza, belleza, estatus social, raza, entre otros.
Sin embargo, esto es ignorar la verdad de que de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación” (Hechos 17:26). Dios no hace acepción de personas: nos ama a todos con amor eterno. La misma persona a la que usted menosprecia es un individuo por el que Jesús murió en la cruz para salvarlo, igual que usted. Así que el Padre odia cualquier orgullo que encuentre en tu corazón, porque en el fondo, significa que te niegas a reconocer todo lo que Él ha hecho por ti como tu Creador y Salvador.
Entonces, ¿cómo contrarrestar el orgullo en su corazón? Primera de Tesalonicenses 5:18 instruye: «Dad gracias en todo». En lugar de quejarte de los aspectos negativos de tu vida, expresa gratitud a Dios por todas las bendiciones que te ha dado, incluso las pruebas. Alába a Tu Padre de los cielos, por todo lo bueno que ha hecho en tu vida y por los maravillosos planes que todavía está obrando en y para Ti. Cuando comiences a darle la gloria, te darás cuenta de cuán profundamente bendecido eres realmente y de que todo ha venido de Su mano amorosa. Y de allí, sólo querrás que todas las personas que conozcas experimenten esas mismas bendiciones.
A medida que practiques la gratitud, comenzarás a notar cómo cambia tu perspectiva. En lugar de centrarte en lo que te falta, verás cuán abundante es realmente tu vida. Cuanto más reconozcas y celebres la bondad de Dios, menos espacio tendrá el orgullo para crecer. Esta práctica transformará tu corazón y tu espíritu, permitiéndote ver a los demás a través de los ojos de Dios, con amor y compasión.
Padre, te doy gracias por tu gracia y misericordia sin límites. Reconozco que, a veces, he dejado que el orgullo arraigue en mi corazón. Perdóname, Señor, por cuando he actuado con arrogancia o he ignorado el valor de los demás. Ayúdame a ver con humildad y gratitud las bendiciones que tan generosamente me has dado. Que siempre reconozca Tu mano obrando en mi vida, y que mi corazón esté continuamente lleno de alabanza por todo lo que Tú has hecho. Enséñame a honrarte en cada palabra y obra, y a vivir Tu amor de una manera que lleve a otros a experimentar también Tu gracia. En El Nombre de Jesús, Amén.