Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; Y salva a los contritos de espíritu. Salmos 34:18
Creo que nadie ha podido estar exento o ajeno a sentir, en algún momento de su vida, el aguijón de una traición, la pérdida de una amistad o el fracaso de una relación importante. En esos momentos, es posible que sientas que el dolor de un corazón herido se aferrará a ti por el resto de tus días y que nunca volverás a estar completo. A veces, puede que incluso te preguntes si Dios te ha abandonado, en medio de esa situación.
Sin embargo, es para nunca dejar de lado, y tener siempre presente la grandeza del amor del Señor por ti y por mi. Dios te ama, pura, sencilla e incondicionalmente. Incluso si tu dolor es el resultado de tus propias acciones, el amor de Dios no te condena. Te impulsa a seguir adelante, llamándote a perdonarte, a enmendarte y a ser mejor persona. Su amor es constante y predecible. Y con la seguridad de Su amor viene la esperanza: la esperanza de que volverás a amar, volverás a confiar y volverás a ofrecer tu corazón, con mayor experiencia, con prudencia y sabiduría, y con la seguridad de saber que El Señor te está guiando hacia un camino de mayor bienestar y mayor bien, que sólo Él en su perfección podrá crear en Tu vida.
Gracias, Señor, por la promesa de tu amor constante que es fuente de esperanza, sosiego y tranquilidad para mi vida. Cuando mi corazón se encuentre herido por el dolor de la decepción, recuérdame Tu presencia sanadora. Ayúdame a confiar en Tu fuerza para reparar todo lo que en mi se haya quebrantado, y restaurar la paz interior, con la que deseas que caminen, cada uno de Tus hijos. En El Nombre de Jesús, Amén.