Y lo he llenado del Espíritu de Dios, en sabiduría y en inteligencia. Éxodo 31:3
Cada uno de nosotros desea, directa o indirectamente alcanzar su mayor desempeño en alguna actividad, ser un maestro de obra que logra objetivos excepcionales. De hecho, fuimos creados para cumplir metas grandes y eternas (Efesios 2:10); sin embargo, no podemos hacerlo separados de Dios mismo. El apóstol Pablo escribió: «Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo.» (1 Corintios 3:10-11).
Afortunadamente, desde el momento en que aceptamos a Cristo como nuestro Salvador, se nos da un Ayudante que nos guía: el Espíritu Santo, que nos capacita para las buenas obras que el Señor ha planeado que hagamos. Por ejemplo, el Espíritu Santo capacitó a Bezalel para construir el tabernáculo del Antiguo Testamento. En Éxodo 31:3-5, el Señor dice: «y lo he llenado del Espíritu de Dios, en sabiduría y en inteligencia, en ciencia y en todo arte, para inventar diseños, para trabajar en oro, en plata y en bronce, y en artificio de piedras para engastarlas, y en artificio de madera; para trabajar en toda clase de labor.»
Del mismo modo, cuando el Señor te asigna una tarea, el Espíritu Santo te equipa para ella. ¿Has experimentado la alegría de convertirte en un maestro obrero que realiza las buenas obras que el Padre ha planeado para ti? No tengas miedo de dar un paso adelante en la fe y hacer lo que Él te pida. Como a Bezalel, el Espíritu Santo te dará sabiduría y entendimiento para lo que Él te pida que hagas.
Señor, gracias por Tu Espíritu Santo, por el que he recibido el poder de ser un maestro obrero, uno que te deleita y realiza las obras eternas para las que me creaste. En El Nombre de Jesús, Amén.