He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas. Mateo 10:16
¿Recuerdas la primera vez que te pidieron que hicieras una tarea en casa, como cortar el césped o lavar la ropa? Al principio, si la tarea nunca la habias desempañado, es muy probable que hubieras sentido la duda de que la tarea estaba por encima de tus posibilidades. Tal vez incluso te resististe debido a tu inexperiencia a la hora de realizar semejante tarea tú solo. Pero todo era más fácil si tenías un padre que te ayudara en esos primeros pasos. La guía de alguien con conocimientos y experiencia siempre habría marcado la diferencia.
En Mateo 10, los discípulos fueron enviados a una misión intimidante. Aunque el camino que tenían por delante les debía parecer desalentador, les animaba la promesa de la presencia de Dios si salían en obediencia.
En este pasaje, Jesús llama primero a sus doce discípulos y les confía su autoridad (vv. 1-4). Luego los envía a proclamar el reino de los cielos (v. 7). Es una tarea desalentadora en términos materiales, pues involucraba el sacrificio de dejarlo todo e irse sin nada, a la vez que era una epopeya llena de todo tipo de incertidumbres, peligros y preocupaciones sobre el apoyo financiero e incluso sobre la ropa que debían llevar (vv. 9-10). Sin embargo, Jesús como Padre amoroso y acertivo guía les exhorta: «Os envío como ovejas en medio de lobos… no os preocupéis… porque no seréis vosotros los que habléis, sino el Espíritu de vuestro Padre que hablará por vosotros» (vv. 16, 19-20).
Las ovejas son vulnerables a los lobos, pero no cuando el pastor las guía y las guarda. Estas palabras transmiten dos poderosas verdades: El Espíritu y la presencia de Dios capacitan a sus siervos para la misión, y esa misma presencia nos consuela durante las pruebas y las persecuciones. Dios no nos envía al mundo sin solos o sin provisión; Su presencia es nuestra fuerza, nuestra guía y nuestro consuelo. Cuando nos enfrentamos a situaciones difíciles, nunca desmayes, recuerda, Dios siempre nos acompaña.
Señor, Tú nos has enseñado que mostramos amor sirviendo a los demás. Prometiste estar con tus discípulos dondequiera que fueran. Danos fe para confiar en que esta promesa es también para nosotros y para servir a la gente con sabiduría y valentía. En El Nombre de Jesús, Amén.