Mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público. Mateo 6:3-4
Los lirios, tulipanes rosas y narcisos amarillos esperaban a Kim en la puerta de su casa. Durante siete meses, una persona cristiana anónima le envió hermosos ramos. Cada mes llegaban con una nota de aliento bíblico firmada: «Con amor, Jesús». Kim compartió fotos de estas entregas secretas en Facebook. Las flores le daban la oportunidad de celebrar la bondad de alguien y reconocer la forma en que Dios expresaba su amor a través de su pueblo. Mes tras mes, cada entrega secreta hacía que sus amigos agradecieran el inestimable regalo de tiempo que el Señor le había dado a Kim. Mientras ella confiaba en Él en su batalla contra una enfermedad terminal, cada flor y cada mensaje afirmaban la amorosa compasión de Dios por ella.
Este anonimato refleja la actitud de corazón que Jesús anima a su pueblo a adoptar a la hora de dar. Él advierte que no hay que hacer buenas obras «para ser admirado» por los demás (Mateo 6:1). Las buenas obras deben ser expresiones de adoración que broten de corazones agradecidos por todo lo que Dios ha hecho por nosotros. Alabar nuestra generosidad con la esperanza o la expectativa de ser honrados puede desviar la atención del Dador de todas las cosas buenas: Jesús.
Dios sabe cuándo damos con buenas intenciones (v. 4) y quiere que nuestra generosidad esté motivada por el amor, para que le demos gloria, honor y alabanza.
Padre Celestial, ayúdanos a dar con corazones puros, buscando sólo complacerte. Que nuestras acciones reflejen Tu amor y compasión, sin buscar el reconocimiento humano. Enséñanos a ser generosos en secreto, confiando en que Tú, que todo lo ves, nos recompensarás según Tu voluntad. En El Nombre de Jesús, Amén.