El indolente ni aun asará lo que ha cazado; Pero haber precioso del hombre es la diligencia. Proverbios 10:27
Puede que algunos días sientas que el futuro que te espera es tan oscuro que no hay razón para seguir adelante. Todo a tu alrededor se desmorona, excepto, por supuesto, los verdaderos obstáculos en tu camino. Esos problemas permanecen ante ti como una barricada que nunca se moverá para permitir que continúes tu avance. Y además de todo ello, las cosas con las que contabas para apoyarte -otras personas, tus recursos e incluso tu sentido de propósito- desaparecen ante ti, aumentando, inevitablemente ese sentimiento de derrota.
Sin embargo, ante estas tempestuosas tormentas, que amenazan con robarnos nuestra paz, debemos mantenernos firmes y nunca decaer en nuestra esperanza. Y es que el Señor, Dios Todopoderoso ha prometido, nunca abandonarnos. Él posee en sus manos, planes prósperos y maravillosos para tu vida, más asombrosos de lo que puedas imaginar (Efesios 3:20-21).
Cumplir con Sus planes significará que hallarás momentos, en los que no podrás ver el camino a seguir y te verás obligada a confiar en la única fuente verdadera de fortaleza y dirección: Dios mismo. Así que si decides rendirte, estarás renunciando a Aquel que dice: “El Señor tu Dios es el que va contigo. No te dejará ni te abandonará” (Deuteronomio 31:6). ¿Cómo podríamos rechazar tan hermosa y poderosa promesa, por nuestra incredulidad?
Así que no te rindas. Depende de Él, haz de Él tu delicia, encomiéndale tu camino y descansa en Su amoroso cuidado. Y nunca te olvides de que somos llamadas a mantener «firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió.» (Hebreos 10:23).
Independientemente del tiempo que tengas que esperar, sigue confiando y obedeciendo al Señor con diligencia, perseverancia y confianza. La conciencia de Su presencia te hará superar pruebas que por ti misma, nunca serías capaza de superar. Y si tus sueños vienen del Padre, puedes estar segura de que Él los hará realidad.
Padre, no me rendiré, sino que me aferraré diligentemente a Ti. Ayúdame, Señor a llegar a puerto seguro, sabiendo que Tu mano poderosa es superior que cualquier tormenta que llegue a mi vida. En El Nombre de Jesús, Amén.