Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Génesis 12:1
La orden del Señor a Abram estaba cargada de significado, porque la expresión “vete” en hebreo es muy profunda. Tiene el significado que le atribuyen la mayoría de las traducciones, pero también podríamos darle otros matices, pues significa literalmente “ve por ti mismo” y habla de un viaje hacia la verdadera identidad de Abram, un viaje inesperado pero lleno de esperanza.
En la teoría de la gestión de grupos, hay una diferencia notable entre “motivar” y “engañar”. Victor Vroom, experto en gestión organizacional, afirma que toda motivación responde a tres claves. La primera clave es el valor que la persona concede a la propuesta. Por ejemplo, si ofreces a un grupo de jóvenes la posibilidad de dar la vuelta al mundo, sin duda lo valorarán. ¡A los jóvenes les fascina viajar! La segunda clave es que tengan los conocimientos y habilidades necesarios para poner en práctica la propuesta. Sigamos con el ejemplo: los jóvenes saben cómo confeccionar itinerarios, buscar hoteles, hablar otros idiomas, y esto les anima a seguir adelante. La tercera clave es que existan expectativas personales de alcanzar el objetivo. Como la mayoría de los jóvenes no tienen dinero para dar la vuelta al mundo, su entusiasmo decae hasta que se desaniman. Por tanto, para muchos, la vuelta al mundo es simplemente una “ilusión”, no una “motivación”.
Abram valoraba las peticiones de Dios y tenía la capacidad y los conocimientos para dirigir un grupo a cualquier parte, pero todo habría sido una mera ilusión si no hubiera dado ese salto de fe hacia sí mismo. Y ese salto sólo puede realizarse con Dios. Abram no sólo estaba motivado, sino que se movía hacia donde Dios le guiaba. Se movió creciendo como persona. Y creció tanto que pasó de llamarse Abram, “padre exaltado”, a Abraham, “padre de multitudes”.
Dios no quiere que dejemos de ser quienes somos; quiere que seamos plenamente nosotros mismos. Por eso nos pide que lleguemos a él a través de un encuentro con nosotros mismos. Sí, es un viaje aventurero, pero también es el viaje más fascinante que se nos puede ofrecer. Nada de “ilusiones”; entrégate al Señor y simplemente ¡ve! Él tiene el control de todo.
Gracias Padre, porque sé que de Tu mano, sólo venceré, en Tus tiempos perfectos, las batallas que la vida, ponga en mi camino. En El Nombre de Jesús, Amén.
