Y nos rescató de nuestros enemigos, Porque para siempre es su misericordia. Salmos 136:24
¿Cuántas películas has visto sobre la rendición, el sacrificio y el rescate de uno u otro personaje valiente y habilidoso? Bastantes, ¿verdad? El héroe pasa por innumerables penalidades para salvar a tal o cual persona o, en algunos casos, a todo el planeta. Las misiones son imposibles; el héroe es duro y está especializado en la venganza; los movimientos son frenéticos o absolutamente tranquilos.
Ahora hablemos de realidades. Jesús se entregó por nosotros para rescatarnos y, como mínimo, deberíamos pensar en ello. Y es que la infinita misericordia y amor de Jesús, y el sacrificio realizado en nuestro favor, exigen la más seria y solemne reflexión. Deberíamos dedicar tiempo a pensar en el carácter de nuestro querido Redentor e Intercesor. Deberíamos meditar sobre la misión de Aquel que vino a salvar a Su pueblo de sus pecados. Al meditar sobre temas celestiales, nuestra fe y nuestro amor se fortalecerán; nuestras oraciones serán más aceptables para Dios, porque estarán cada vez más llenas de fe y amor. Serán inteligentes, sentidas y fervientes. Habrá una confianza más constante en Jesús y una experiencia diaria y viva de Su poder, capaz de salvar a todos los que se acercan a Dios por medio de Él.
Y por otro lado, en medio de nuestras rutinas apremiantes, podemos también olvidarnos de seguir el ejemplo de Cristo, y salir a cumplir nuestra misión de rescatar y ayudar a los demás. Podemos argumentar que tenemos mucho trabajo que hacer, que estamos cansados, o pensar en cualquier otra razón. Sin embargo, cuando contemplemos a Cristo y su sacrificio por nosotros, tendremos ganas de poner de nuestra parte. El trabajo y los obstáculos no importarán lo más mínimo; siempre habrá tiempo para los demás.
Señor, que no deje de mirar el sacrificio de Cristo en mi vida, para que pueda cada día, ser fruto de honra y gloria parar Tu Reino, buscando ser en cada uno de mis pasos, creación a Su imagen y semejanza, y de esa forma también, ser ejemplo para que otros puedan seguirte. En El Nombre de Jesús, Amén.