Y sembró Isaac en aquella tierra, y cosechó aquel año ciento por uno; y le bendijo Jehová. Génesis 26:12
La crisis es una encrucijada. Algunos ponen el pie en el camino del fracaso; otros caminan seguros hacia la victoria. Era una época de hambre en la tierra. Dios dijo a Isaac: No bajes a Egipto. Las aparentes ventajas del mundo pueden ser trampas mortales para nuestros pies. Isaac se quedó donde Dios le ordenó. Allí reabrió los viejos pozos y cavó otros nuevos. Allí vio florecer el desierto. El mejor lugar para estar es en el centro de la voluntad de Dios. No nos regimos por las circunstancias; caminamos por la fe. Somos hijos de la obediencia.
Isaac se hizo muy rico en una época de hambruna. En una época en la que todos fracasaban, él prosperó. Recogió el cien por cien de sus cosechas. Sus ovejas y bueyes se multiplicaron. La mano de Dios estaba con él. Los filisteos se pelearon con él, pero en vez de luchar, renunció a sus derechos. Sabía que la amargura del alma tenía un precio más alto del que estaba dispuesto a pagar. Siguió cavando nuevos pozos. Allí donde ponía la planta del pie, Dios lo bendecía. Más tarde, sus adversarios tuvieron que reconocer que Isaac había sido bendecido por Dios y se reconciliaron con él. Porque Isaac confiaba en Dios, prosperó en el desierto. Porque obedeció a Dios, se abrieron ante sus ojos amplios horizontes. Porque no agrió su alma con contiendas, se ganó el corazón de sus propios enemigos.
Señor, aumenta mi fe y mi fidelidad en Ti, de modo que en la aridez de la prueba, entienda que Tu puedes sacar de esa tierra que yo veo seca, inmensos manatiales de bendición. Asi sea siempre, en toda circunstancia, Padre. En El Nombre de Jesús, Amén.