Oye, oh Dios, mi clamor; A mi oración atiende. Desde el cabo de a tierra clamaré a ti, cuando mi corazón desmayare. Llévame a la roca que es más alta que yo, porque tú has sido mi refugio, y torre fuerte delante del enemigo. Yo habitaré en tu tabernáculo para siempre; Estaré seguro bajo la cubierta de tus alas. (Salmos 61:1-4)
El mar es una de las maravillosas creaciones de Dios por las que tengo gran respeto. Es por una parte muestra de su poder y perfección y por otro un escenario sujeto a cambios, a altos y bajos, justo como en la vida. Así, transitar por la vida se asemeja al marinero que atraviesa por su provisión el imponente y cambiante mar.
Ese marinero enfrenta grandes tormentas naturales que suelen ocurrir. Hay veces que son consecutivas, repentinas, al enfrentarse a la primera, puede suceder que la segunda ya se acerca. En ese instante el marinero puede recurrir a sus instrumentos de medición, de posicionamiento y ubicación dispuestos en cada momento para llevarlo a puerto seguro.
En las tormentas de la vida sin embargo, ¿Qué instrumentos poseemos para salir airosos y sortear cada una de nuestras tormentas? El primero y más poderoso la compañía del Señor, constante e incondicional, hecha palabra a través de las maravillosas lecciones de sus escrituras. El segundo, la oración, que nos acerca a Él, nos permite hablarle y comunicarle nuestras angustia, inquietudes y súplicas. El Señor nos garantiza ambos y queda de nosotros hacer uso de ellos de manera efectiva, fortaleciendo nuestro carácter y haciendo crecer nuestra fe.
Asi, con cualquier problema al que te enfrentes, confía en estas herramientas que el Señor te ha dado para navegar a través de los acontecimientos negativos que pueden ocurrir en tu vida, recordando la promesa que hoy nos ofrece: atender nuestra oración, oír nuestro clamor y ante cualquier circunstancia llevarnos a lugar seguro bajo la cubierta de sus alas.
Señor, oro por aquellos que se encuentran hoy en medio de una gran tormenta. Está presente en ellos, confórtalos y guíalos por el camino correcto. Confío en tu cuidado para que también me acompañes en mis propias tormentas. En El Nombre de Jesús, Amen