Devocional:
El hombre sabio es fuerte, Y de pujante vigor el hombre docto. Proverbios 24:5
Nehemías no tenía motivos para creer que el pueblo judío le aceptaría como líder. No era más que el copero del rey persa; ¿qué derecho tenía a pedir al pueblo que le siguiera? Pero nadie había sido capaz de reconstruir completamente los muros de Jerusalén en los 140 años transcurridos desde que los babilonios los habían destruido. Y Nehemías sabía que Dios le había llamado para arreglar aquella situación.
Así que, cuando Nehemías entró en Jerusalén, examinó en silencio las circunstancias, confiando en que el Padre le daría las palabras adecuadas para convencer a los judíos de que colaboraran con él para levantar las defensas de la ciudad. Y eso fue exactamente lo que ocurrió. Nehemías dijo al pueblo: “Vosotros veis la mala situación en que nos encontramos, que Jerusalén está desolada y sus puertas quemadas por el fuego. Venid, reconstruyamos la muralla de Jerusalén para que dejemos de ser un oprobio” (Nehemías 2:17).
No fue la astucia del mensaje de Nehemías lo que le dio poder: fue el Espíritu del Dios vivo que había en él. Nehemías se limitó a decir a los habitantes de Jerusalén lo que el Padre les llamaba a realizar, y ellos respondieron inmediatamente a Su invitación (Nehemías 2:17). Sólo el Padre podía haber movido sus corazones para que se pusieran de acuerdo en una empresa tan grande.
Lo mismo ocurre contigo. Tu éxito no se basa en lo que sabes, en lo que puedes hacer o en quién eres. Más bien, Dios asume toda la responsabilidad de tus necesidades cuando le obedeces. Tu sabiduría consiste en confiar en Su poder. Así que no tengas miedo de dar un paso adelante en la fe y hacer lo que Él te llama, aunque te sientas completamente incompetente. Simplemente obedécele y Él se encargará del resto.
Padre, me siento tan inadecuado para las tareas que me has encomendado. Pero, como Nehemías, dependeré de Ti. Tú eres mi sabiduría, mi poder y mi alegría. En El Nombre de Jesús, Amén.