Con él estaba yo ordenándolo todo, Y era su delicia de día en día, Teniendo solaz delante de él en todo tiempo. (Proverbios 8:30)
Cada uno de nosotros quiere ser el mejor en algo: un maestro de obras que logra objetivos excepcionales. De hecho, tú y yo fuimos creados para alcanzar metas grandes y eternas (Efesios 2:10); sin embargo, no podemos hacerlo separados de Dios mismo. El apóstol Pablo escribió: “10 Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. 11 Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo” (1 Corintios 3:10-11).
Afortunadamente, desde el momento en que aceptamos a Cristo como nuestro Salvador, se nos da un Ayudante que nos guía: el Espíritu Santo, que nos capacita para las buenas obras que el Señor ha planeado que hagamos. Por ejemplo, el Espíritu Santo capacitó a Bezalel para construir el tabernáculo del Antiguo Testamento. En Éxodo 31:3-5, el Señor dice: “3 y lo he llenado del Espíritu de Dios, en sabiduría y en inteligencia, en ciencia y en todo arte, 4 para inventar diseños, para trabajar en oro, en plata y en bronce, 5 y en artificio de piedras para engastarlas, y en artificio de madera; para trabajar en toda clase de labor”.
Del mismo modo, cuando el Señor te asigna una tarea, el Espíritu Santo te equipa para ella. ¿Has experimentado la alegría de convertirte en un maestro obrero que realiza las buenas obras que el Padre planeó para ti? No tengas miedo de dar un paso al frente con fe y hacer lo que Él te pida. Como a Bezalel, el Espíritu Santo te dará sabiduría y comprensión para todo lo que Él te pida que realices.
Señor, gracias por que a través del Espíritu Santo, he recibiod e Ti el poder de ser un maestro obrero, uno que te deleita y realiza las obras eternas para las que me creaste. En El Nombre de Jesús.