Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; Le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre. (Salmos 91:14)
Hay batallas que parecen estar más allá de nuestras capacidades físicas, materiales, intelectuales y espirituales.
¿Cómo podemos superarlas? ¿Cómo no ceder al miedo y a la desesperación? En el momento en que sabemos quién es nuestro Padre (Dios Vivo, Poderoso, Amoroso, Bondadoso y Fiel) y nos aferramos a Él con amor, simplemente descansamos en Sus promesas y vivimos en paz.
Al desarrollar una relación con Él y vivir esta paternidad, aprendemos que podemos caminar seguros y protegidos incluso “por el valle de sombra de muerte”, porque Él siempre estará con nosotros. No tenemos que tener miedo de nada, Dios nos ama con amor incondicional y no permitirá que el temor, la desesperación y el mal abrumen nuestras vidas.
Cuando nos aferramos a Él con amor, Él nos libera. Cuando conocemos su Nombre, nos salva. Cuando invocamos su Presencia, nos responde. En la angustia, está con nosotros, nos libra, nos muestra su salvación y nos da una vida protegida por sus manos (Salmo 91:14-16).
¿Cómo no vamos a asirnos a un Dios así?
¿Cómo no amarle?
Protege nuestras vidas como a la niña de sus ojos y nos esconde bajo la sombra de sus alas (Salmo 17:8). Por ello, lo mejor que podemos hacer en esta vida es sostenernos y con amor dejar todo lo que somos en las manos del Todopoderoso, invirtiendo todas nuestras fuerzas y recursos en conocerle y seguir buscando cumplir por encima de todo Su voluntad, sabiendo que tenemos un gran e insuperable motivo: Él dio su vida por nosotros y ha planeado un futuro de paz y esperanza para todo el que se vuelva hacia Él.
Que el amor del Señor llene Tu vida y Te preserve, hoy y siempre.
Así sea.