Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen. (Mateo 5:43-44)
Amar requiere una elección, una decisión. A lo largo de los años he aprendido que cuando alguien me hace daño o intenta perjudicarme de alguna manera, tengo que elegir amar a esa persona. Y al hacerlo, no estoy haciendo nada extra, en realidad estoy cumpliendo con mi obligación como hijo de un Padre que es el Amor mismo, que me ama tal como soy. Si nos ha ordenado amar a nuestros enemigos, no podemos ignorar este mandamiento. Las bendiciones que se derivan de obedecer sus decretos son innumerables. Somos nosotros los que salimos perdiendo al salirnos de el camino, que Él a través de Su Palabra nos ha ordenado transitar.
Orar por alguien es una actitud de amor. Cuando oramos, pidiendo por alguien, aprendemos a verle con los ojos de Dios. Aprendemos a amar mientras llevamos a la persona ante Dios en la oración. Esto requiere una actitud, una decisión de apegarse con fidelidad y total compromiso a la Palabra de Dios. No depende de nuestras emociones y sentimientos, porque ellos, siendo cambiantes, pueden traicionarnos. Requiere una elección consciente de hacer lo que las Escrituras, revelación del Dios todopoderoso, nos ordenan.
Está en nosotros, el elegir alabar en lugar de criticar, admirar en lugar de menospreciar, bendecir en lugar de maldecir. La elección correcta será la que se base en el siguiente principio: “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas.” (Mateo 7:12) Cuando decidimos bendecir a las personas, les estamos demostrando amor. Todo el bien que hagamos volverá a nosotros, porque la Palabra de Dios es clara al respecto: “…todo lo que el hombre siembre, eso también cosechará”. (Gálatas 6:7)
Si obedecemos los mandamientos del Señor, seremos considerados sus hijos; “para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos”. (Mateo 5:44) Él es el amor mismo. Se entregó a sí mismo por amor. Nos amó cuando aún por la caída del hombre nos convertimos en sus enemigos. Y nos ama, nos bendice y hace todo lo bueno por nosotros.
Vamos, estamos a tiempo de obedecerlo e imitarlo.
Dios te bendiga.