He aquí que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano, oh casa de Israel. (Jeremías 18:6)
Desde el momento en que nacemos, sufrimos las implicaciones de formar parte de un mundo que, en muchas realidades, ha dejado de luchar contra el pecado y se ha sometido hasta de forma inconsciente a la influencia del enemigo del hombre, cómo lo nombra la Palabra en 1 Juan 5:19. A medida que vivimos, las circunstancias apremiantes van marcándonos y transformándonos, Pero la gran pregunta es: ¿en quién me convierto después de todo esto, en vidrio o en barro?
El vidrio es muy duro, difícil de manejar, inerte, inactivo y al mismo tiempo frágil y fácil de romper. A menudo las situaciones por las que atravesamos, endurecen nuestro corazón y nos vuelven de esa manera, vidrio que exteriormente pareciendo sólido, fácilmente puede perder su composición física y quebrarse. De la misma forma nosotros al volvernos de esa manera, podemos dar una imagen exterior fuerte pero ante la prueba podemos quebrarnos como el vidrio y caer en desesperación.
Por otro lado reconocer que somos polvo y a su vez, barro o arcilla del Señor (Salmo 103:14) nos lleva a una comprensión significativa de nuestra condición; en la cuál no somos nada sin Dios. No somos mejores que nadie. Somos falibles tanto como los demás. También herimos a la gente con nuestras actitudes y palabras. También hacemos daño, también somos injustos, también juzgamos. Pero en medio de esa oscuridad propia del hombre y de la caída del mismo mostrada en Génesis, la buena noticia es que el Espíritu Santo del Señor quiere utilizar nuestras experiencias dolorosas como poderosas herramientas en sus manos.
Convertirse en “cristal” puede haber sido inevitable. Sin embargo, permanecer en esta condición es opcional. El Señor Jesús puede transformar nuestras vidas. Puede convertirnos de nuevo en “arcilla”. Quiere hacernos vasos de honor, para que rebosemos de contenido en las vidas que nos rodean. Anhela provocar una auténtica transformación en nuestros corazones, porque no quiere que seamos como el cristal, sino sólo arcilla en sus manos. Tiene grandes planes para nosotros. Quiere utilizar nuestras experiencias dolorosas como herramientas eficaces para bendecir la vida de los demás.
Hay que buscar esta transformación. Debemos desearla. Dios es respetuoso, y no inteferirá directamente en nuestras decisiones. Pero hoy, te invito, como la mejor decisión que puedes tomar, a que te rindas completamente a Él como perfecto Alfarero que es, y le permitas que te haga de nuevo. Él puede restaurarte, y si la situación es demasiado difícil, ¡Él te hará con los medios para hallar una salida!
Él es el Artista Maravilloso y nosotros somos la obra de Sus manos. ¡Su amor nos rehace!
Dios Te Bendiga.
