Jehová es la porción de mi herencia y de mi copa; Tú sustentas mi suerte. (Salmos 16:5)
Cuando te haces revisiones rutinarias, esperas que los resultados sean tan buenos como los anteriores. Pero no siempre lo son. La decepción llega cuando menos te lo esperas. Lleno de esperanza y confiando en que ocurrirá lo mejor, abres el sobre con los resultados de las pruebas, pero toda aquella esperanza se ha esfumado. La palabra que todo el mundo teme está escrita en él: ¡cáncer! De repente, aparece ante ti un túnel de incertidumbre que sume tus pensamientos en una gran oscuridad. No puedes escapar por ningún medio, pues la reacción humana por instinto, ante aquello que derrumba las bases de nuestra seguridad racional.
En una fracción de segundo, tu vida cambia, tus prioridades cambian y tus sentimientos se vuelven confusos. No importa lo fuerte que te creyeras… En ese momento oscuro, todo parecerá temblar bajo tus pies. Tu corazón late con fuerza, tu estómago se revuelve y las lágrimas caen de tus ojos.
¿Qué haces cuando algo que no puedes controlar amenaza con destruirte? Lo único que puedes hacer desde el interior de ese agujero negro e incierto, y tomar la mano de Alguien más fuerte que tú. Y de allí que viene nuestro mayor consuelo: Tenemos un Padre amoroso que en todo tiempo, permanece con sus brazos abiertos para recibirnos, tanto el regocijo de una alegría, como en la desesperación y el dolor profundo de una crónica enfermedad.
Por ello, aférrate a Aquel que lo sabe todo: Él conoce el camino a través de la oscuridad y sabe darte la fuerza que necesitas para ver nuevamente la luz. De hecho, el mismo te dará su luz, verdadera, infalible, perfecta.
Sí, puede surgir el miedo, pero incluso eso podemos superarlo gracias a la gracia y la misericordia de un Dios que tiene un plan para nuestras vidas, aunque ese plan aún nos resulte desconocido. La confianza en El Señor, es el camino que nos dará la verdadera serenidad y seguridad, incluso cuando entremos en el valle del dolor. La solución a nuestros problemas y el alivio del sufrimiento pueden estar más cerca de lo que crees. Debemos confiar en que la gracia y la misericordia del Señor también aumentan en los momentos de dificultad.
En los momentos de dificultad, pidámosle al Señor: Padre, borra mi mente, vacíala de todo pensamiento, y sólo aumenta mi fe. Tu todo lo puedes y harás Tu magnífica obra para mi mayor bien.
Dios Te Bendiga.
