Escucha:
“Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo; asidos de la palabra de vida, para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni en vano he trabajado” (Filipenses 2:14-16)
Piensa:
Luego de años de ocupaciones y trabajo, finalmente logramos concertar un viaje a la playa, entre el grupo de amigos más cercanos con los que estudiábamos en la universidad. La noche anterior al viaje no dormí debidamente y amanecí fastidiado y quejándome de todo a mi alrededor. Las quejas continuaron hasta el encuentro, por cualquier mínima razón. Solo pude caer en cuenta de mi error hasta que una de las amigas me comentó: “oye, porque concentrarse en todo lo malo del ambiente, si es que lo hay, y olvidar lo grandioso que ha sido lograr reunirnos luego de tantos años de intentos fallidos”
En ese momento, sus sabias palabras me hicieron reflexionar sobre mis molestas quejas. Estaba obviando la gran bendición que El Señor me había regalado, al haberme podido reunir luego de tantos años con mis apreciados amigos, por situaciones que ni si quiera representaban una adversidad sino tal vez, alguna pequeña incomodidad reforzada por mi mal dormir.
De forma habitual, algunos podemos llegar a ser exagerados con nuestras quejas, que son más costumbre que autentica angustia, y como en mi caso, también más alimentadas por la incomodidad en un momento puntual, que por la verdadera adversidad.
En las escrituras de hoy Pablo insta a los creyentes de Filipos a alejarse de las quejas y murmuraciones, para no empañar las bendiciones que son fruto del Señor, y para poder mediante ellas, fortalecer su fe: “Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios”
Y es que las abundantes quejas, murmuraciones, críticas, reflejan en cierta medida un descontento con la vida, no honran a Dios, y además no atraen personas hacia Él. Fueron ellas el pecado constante de los hijos de Israel en su transitar por el desierto, al quejarse por todo a su alrededor, desde sus líderes hasta la comida que les era provista (Éxodo 16:2-3) y fueron además la razón por la cual, percibieron el paso por el desierto como algo permanente, obviando de esta manera, la maravillosa tierra prometida por el Señor a la que posteriormente unos pocos arribarían.
Busquemos la sabiduría y paz del Señor, para anteponer las numerosas bendiciones que nos regala cada día, a las quejas o incomodidades de un momento puntual. No resultará fácil, pero para ello, apoyémonos en el ejemplo de Jesús, a quien es difícil imaginar murmurando o insatisfecho, porque siempre con espíritu de gratitud aceptó, sin miramientos, la voluntad del Señor y su propósito.
¡No nos quejemos de tantas espinas entre las rosas, seamos agradecidos por contar con bellas rosas entre las numerosas espinas!
Ora:
Señor, permíteme honrarte con mi gratitud, apreciando las bendiciones que me regalas y olvidando las quejas que en algún momento puedo exagerar. Ayudame a mantener sencillo y humilde mi espíritu, para aceptar Tu voluntad, y como Tu hijo, vivir en el propósito que para mí guardas.