No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé. (Juan 15:16)
Hay cosas que Dios hace que nos maravillan. Él elige a quien quiere, cuando quiere y de la forma que quiere, para hacer Su obra. “Sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte”. (1 Corintios 1:27)
Se trata de Dios, no de nosotros. La obra es suya. Nosotros sólo somos instrumentos en sus manos, elegidos por Él para cumplir una misión: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén”. (Mateo 28:19,20)
Él nos eligió independientemente de nuestro nivel de educación, de nuestra condición social y económica. Nos ha llamado a dar fruto, a ser canales de su amor, a hacer discípulos de todas las naciones. ¿Por qué tener miedo si es el Señor Todopoderoso quien nos ha llamado?
Él nos ha llamado, pero también nos dará poder y nos transformará en la persona que soñó que fuéramos. Si obedecemos a su llamada, tendremos la mejor y más deliciosa experiencia de nuestras vidas: ser utilizados por Él para bendecir muchas otras vidas, con la garantía de su presencia todos los días hasta el fin de los tiempos.
Vamos, ¡responde a la llamada del Señor!
Dios Te Bendiga.