Escucha:
“Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:34-35)
Piensa:
En un viaje a la región de Concepción en Chile, pude apreciar el hermoso paisaje pastoril que rodeaba la zona. En medio de aquella belleza me llamo la atención un detalle peculiar de un rebaño nutrido que se observaba a la distancia: las ovejas habían sido pintadas de un color rosado tenue pero que a pesar de ello, resaltaba a la vista. Tenía conocimiento de que las ovejas eran marcadas con pequeñas manchas de aerosol para identificarlas, pero aquellas además de verse muy llamativas, me hicieron pensar que probablemente todos en la comunidad conocerían quien era su dueño.
Las escrituras nombran a aquellos que siguen al Señor como un rebaño de ovejas, guiados por Él, su eterno pastor y así como el rebaño pintado de rosa, tienen también una particular marca identificadora. Pero ¿cuál ese rasgo que los distingue y les permite identificarse como seguidores de Dios?
En el evangelio de Juan, Jesús, el buen pastor, nos revelo que el valor nos identificaba como rebaño del Señor era el amor, en sus palabras dijo: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”.
Por ello como creyentes debemos reflejar con nuestras palabras y acciones, el amor que Dios nos regala. Como lo refleja 1 Juan 4:11: “Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros”.
Intentemos entonces, que el amor de un hijo de Dios hacia los demás sea tan evidente como la lana rosa en un rebaño de ovejas.
Ora:
Señor, Concédeme la sabiduría para despejar de mi vida aquellas cosas que me impidan disfrutar de Tú amor y misericordia. Permíteme también aprender de Ti a reflejar con mis acciones y palabras el amor que me distingue como una oveja de Tu grandioso rebaño. Amén.
