Jehová dijo a Moisés: Entra a la presencia de Faraón; porque yo he endurecido su corazón, y el corazón de sus siervos, para mostrar entre ellos estas mis señales. (Éxodo 11:1)
El capítulo 11 del Éxodo es una especie de introducción a los acontecimientos que se narrarán en el capítulo 12. Sólo hay diez versículos que me producen escalofríos. Quizás al lector moderno de la Biblia le resulte difícil entender la posición de Dios ante el Faraón. Hasta este momento, las plagas golpeaban los recursos de la nación: las cosechas, el ganado, el agua y, una y otra vez, herían a la nación con enfermedades y dolencias. El último de ellos, sin embargo, mataría a todos los primogénitos de Egipto, incluidos los del Faraón. El propósito de este azote era poner fin a la dinastía del rey, mostrándole, de una vez por todas, que el Señor estaba al mando.
Lamentablemente, hemos perdido de vista la malignidad del hombre. El trabajo de los intelectuales de la posmodernidad en la deconstrucción de la existencia de una verdad absoluta ha destruido la sociedad y también ha asfixiado la vida espiritual de la iglesia, derrumbando sus valores morales y la necesidad de santificación. En un mundo relativo, parece injusto que Dios juzgue a sus criaturas. ¿Y por qué sería injusto? ¿Hay alguien que no merezca la condena? Pues no hay nadie justo, no hay nadie que entienda, no hay nadie que busque a Dios (Romanos 3:10,11). El Faraón entregó a su hijo y al primogénito de toda la nación porque odiaba a Dios y no quería someterse a Él. De la misma manera, la sociedad actual odia al Señor y a las personas que Él salvó. Ignorar este hecho vaciará su conciencia de santificación y su fervor evangelizador. No hay salvación sin Cristo. La sociedad necesita a Jesús y si no le llevamos la buena nueva, se hundirá cada vez más en la perdición. ¿Dios puede contar con usted para este trabajo?
Oración:
Señor cuenta conmigo para difundir Tu verdad y hacer crecer Tu Reino de paz y de justicia de entre las tinieblas del mundo del hombre. En El Nombre de Jesús, Amén.