Entonces Jehová dijo a Moisés: Entra a la presencia de Faraón y dile: Jehová ha dicho así: Deja ir a mi pueblo, para que me sirva. (Éxodo 8:1)
Dios continúa con su plan de rescatar a los israelitas de la esclavitud en Egipto. A través de las plagas, expuso a la vergüenza los falsos dioses adorados por los egipcios. Y al endurecer el corazón del Faraón, mostró su dominio absoluto, incluso, sobre toda alma humana. Vean la insensatez del rey de Egipto y sus magos al tratar de impedir la acción de Dios. Los magos hacen las mismas primeras señales que Moisés (lo que, en teoría, era inútil, pues causaría mayores azotes a su pueblo). Y el Faraón, ante la calamidad, pide ayuda a Moisés. ¿Puedes entender por qué le pidió a Moisés que rezara al día siguiente y no a la misma hora del dolor? Dios tiene el control.
Es increíble pensar que, aunque reconocemos que Dios tiene el control, en la práctica muchas veces, hasta inconscientemente en medio de las pruebas de la vida podemos negar esta verdad. Nuestra constante queja e insatisfacción es, en última instancia, una palabra dirigida contra Dios mismo. Queremos un Dios soberano que lo haga todo por nosotros, pero no aceptamos un Dios soberano que sólo nos sostenga en los días difíciles que enfrentamos. Queremos una soberanía que nos libre de los males, pero no la soberanía que nos lleve a la adoración reverente y al servicio obediente.
Padre, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Envuélveme en tus propósitos y utilízame para la alabanza de tu gloria.