El Salmo 139 refleja la meditación en oración de David sobre la omnipresencia y la omnisciencia de Dios, y el efecto que estas características tienen en el corazón humano.
En este artículo te presentamos 5 lecciones del Salmo 139 para fortalecer Tu corazón en todo momento:
Lección 1 – Somos íntimamente conocidos
Porque tú formaste mis entrañas; Tú me hiciste en el vientre de mi madre. (Salmos 139:13)
Antes de nuestra propia concepción, ya Dios estaba formando cada intrincado detalle y tejido de lo que somos. A menudo adoptamos una visión crítica de nosotros mismos y de los demás.
El Salmo 139 nos ayuda a vernos a nosotros mismos y a los demás a través de la perspectiva de Dios, como su creación, como sus hijos, amados, cuidados y que tienen por deber honrar a Su Padre en todo momento. Color, etnia,… cada rasgo y característica fue diseñada por nuestro Dios. Hemos sido creados personal y deliberadamente para dar gloria al Señor, aún cuando muchos no lo reconozcan. En otras palabras, nada en nosotros es accidental.
Lección 2 – Fuimos creados con un propósito
Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; Estoy maravillado, Y mi alma lo sabe muy bien. (Salmos 139:14)
Fuimos creados con propósito, el de dar gloria a Dios. Cada talento, don y ocupación tiene un lugar en la mano de obra del Reino de Dios. Lo que somos está hecho para brindarle al Señor nuestra reverencia y nuestro amor, además de respeto y obediencia. Pero no con un miedo a temer, sino una reverencia respetuosa del hijo que ama, estima y quiere honrar a Su Padre.
Lección 3 – Dios tiene el control
Mi embrión vieron tus ojos, Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas Que fueron luego formadas, Sin faltar una de ellas. (Salmos 139:16)
En el mundo y en nuestras vidas ocurren infinitamente más cosas de las que podemos ver. Pero la visión de Dios es ilimitada y trasciende el tiempo y el espacio. Él ha contado nuestros días, y nada puede cambiar ni alterar Su buen plan para nuestras vidas. Su voluntad supera lo que deseamos.
El control soberano de Dios es completo, no parcial. Sea más o menos directo, o más o menos indirecto, más o menos por una actuación activa, o a través de situaciones que a veces no podemos comprender del todo, El Señor tiene el control y un control completo e integral. Nada en el universo es aleatorio sin un propósito divino.
Lección 4 – Nunca estamos solos
¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? (Salmos 139:7)
Uno de los mayores trucos y engaños de nuestro enemigo es aislarnos y convencernos de que estamos solos. Sobre todo en la sociedad actual. Pero incluso cuando la presencia física de otras personas está ausente de nuestras vidas, nunca estamos solos, pues nuestro Padre Celestial, como lo ha prometido está siempre y para siempre con nosotros, “hasta el fin del mundo”.
Y por ello, debemos mantener la convicción sobre una verdad: El Señor está siempre a una oración de distancia, presto a responder nuestro clamor y a poner paz en nuestro corazón: ¿Tienes una inquietud o una carga en Tu corazón? Ora ¿Has sido decepcionado por alguién cercano? Ora ¿Un problema financiero aqueja tu situación actual? Ora. En todo tiempo ora pues como lo establece la Palabra: “La oración del justo, todo lo puede”.
Lección 5 – El juicio pertenece sólo a Dios
Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos; Y ve si hay en mí camino de perversidad, Y guíame en el camino eterno. (Salmos 139:23-24)
El Señor conoce nuestro corazón, sondea nuestros pensamientos, sabe aquello que es mejor para nosotros. Pero a pesar de ello somos imperfectos y tenemos por Su gracia, libertad de actuar. Usemos, en el contexto de este versículo, la libertad para actuar sabiamente, amando a nuestros hermanos y evitando el prejuicio, las opiniones que sentencian, separan o ponen etiquetas a otros. Dejemos a Dios el juicio pues Él sondea el corazón de cada hombre y mujer, e incluso intenta tocar sus vidas por todos los medios posibles aún cuando muchos no respondan. De nuestra parte, que hemos respondido al llamado, oremos por los que hallemos perdidos y dejemos que nuestro Padre actúe, según Su voluntad, en Sus vidas. Claro que podemos invitarlos y llamarlos a que sigan al Señor, pero ante una negativa, sin juzgarlos, oremos por ellos para que abran su corazón, para que en algún momento, vuelvan Su rostro a Dios, que los aguardará con gran alegría y de brazos abiertos.
