Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. (Juan 15:12)
Cuando se trata de amar a otros, la Biblia no revela un amor emocional como el que vemos en las películas o leemos en las novelas. El amor bíblico suele hablar de la voluntad. Para ello, los evangelios muestran a un Salvador sudando sangre en un jardín y yendo en contra de sus emociones e incomodidades para amar con sacrificio. Los que reciben este amor experimentan una profunda gratitud porque el amor sacrificado despierta profundas emociones. Esto es usted y yo. Hemos sentido este asombroso amor de Dios a través de la presencia y el trabajo del Espíritu Santo en nuestras vidas, así que en respuesta, de repente recogemos nuestra cruz, hacemos nuestro sacrificio, y morimos nuestra propia muerte al yo.
El Espíritu Santo nos recuerda que nuestra máxima prioridad en la tierra es el tiempo. El reloj se está acabando cada día. Esta realidad invierte cada interacción, encuentro y relación con un mayor significado. Saber esto nos libera para amar como nunca antes, con enfoque y atención, a las personas que Dios trae a nuestra vida. No nos demoramos tanto en ofrecer el perdón, decimos “lo siento” más rápido, nos arriesgamos más para conectar con extraños, ministramos con más cuidado y enseñamos con más urgencia. Recuerda que eres tú y el tiempo es corto. Por otro lado, Dios hace surgir esos momentos en los que simplemente sabemos que su Espíritu está sobre nosotros y nos da el tiempo para “ser todo para todos los hombres para que podamos ganar a algunos”. Dios es amor y tenemos su Espíritu Santo dentro de nosotros. Dios es tan bueno; Él provee todo lo que necesitaremos.
Padre, tú has pensado en todo y lo has dado todo. Gracias por amarme y revelarme todo lo que necesitaré.