Las pruebas de la vida puden despertar el miedo y la incertidumbre en nuestro corazón y pueden hacer tambalear nuestra fe. Por eso no podemos olvidar, bajo ninguna circunstancia, la enseñanza de Jesús: “No se turbe vuestro corazón. Cree en Dios, cree también en mí”. Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida. Su luz brilla en todos los tiempos, penetrando en el mundo desde hace más de veinte siglos. Nunca nos ha dejado desamparados y nunca nos dejará, hasta el final de los tiempos.
Por eso, lo mejor para mantener nuestro equilibrio emocional ante la vida es orar para superar el miedo y la inseguridad. Orar es un acto de fe, de confianza en la bondad de Dios, que nos ha creado para ser felices por toda la eternidad. Por eso, en las horas en que nos sentimos inseguros, recemos con toda fe y convicción, diciendo así:
– Jesús, ante Tu Misericordia, te pido la luz del entendimiento para aceptar la Voluntad Divina en cualquier circunstancia de la vida. Concédeme, Señor, la fuerza y el valor para superar mis dificultades, y ayúdame a no dejarme dominar por el miedo a lo que pueda ocurrir. Aleja de mí cualquier pensamiento de inseguridad, porque confío en tu Amor Eterno, sabiendo que todo lo presides y que detrás de todo cuanto ocurre, procuras nuestro bien.
Ayúdame a encontrar el camino luminoso del futuro que Tu bondad tiene reservada para mí. Y aún frente a los errores y debilidades humanas, que siembran tanta incredulidad e inseguridad en nuestros caminos, no permitas, amado Padre, que pierda nunca la esperanza en la victoria del bien, pues triunfará sobre el mal por toda la eternidad.
En El Nombre de Jesús, Amén.
No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. (Juan 14:1)