Escucha:
Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él.En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. (1 Juan 4:7-10)
Piensa:
Recuerdo una cena de navidad en la que estábamos reunidas cuatro generaciones de nuestra familia: mis bisabuelos, abuelos, padres y tíos y mis primos. Al ver nuestro parecido solo pensaba “los genes son precisos, no se equivocan.”
¿Alguna vez te han dicho lo mucho que te pareces a tu padre o a tu madre? ¿O como luces prácticamente igual a uno de tus familiares cuando era más joven? Los parecidos con nuestra familia son una de las cosas que nos definen y representan también parte importante de como otros nos perciben.
En el versículo de hoy 1 Juan nos habla sobre nuestra conexión con la familia de Dios, no a través de nuestro genes pero si a través del amor infinito que Él nos profesa cada día. Dios nos ama lo suficiente como para haber enviado a Jesús, su hijo unigénito, al mundo por nuestra salvación. El Señor considera su familia a todos los que abren su corazón a Él, no solo a través de la fe en Cristo, sino por medio del amor demostrado a otros hermanos.
Recuerda Él Señor nos ha invitado a su familia porque nos ama y si encontramos el camino, para llevados por la fe, amar también a otros, somos dignos de esa familia y podemos declararnos nacidos de Dios.
Ora:
Señor, gracias por amarme lo suficiente como para haber enviado a tu hijo y mediante Él haberme hecho parte de Tu familia. Ayúdame a recordarte en mis pensamientos, palabras y acciones para transmitir a mis hermanos el amor infinito que hoy me brindas. Amen