Escucha:
Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. (Romanos 8:28)
Piensa:
Él estaba tejiendo.
— ¡Qué extraña es esa alfombra que está haciendo! — dijo el visitante.
— Sólo inclínese y mire por debajo — fue la respuesta.
El hombre se inclinó. El plan estaba del otro lado y en ese momento se hizo la luz en su mente.
El Gran Tejedor está ocupado con su plan. No sea impaciente; basta saber que usted es parte del plan y que Él nunca se equivoca. Espere la luz de los años venideros y la ojeada al otro lado. ¡Siga esperando!
Se puede decir de muchas de las alfombras hermosas que se confeccionan en la India que el tejido se hace al sonido de música. Los diseños se transmiten de una
generación a otra y las instrucciones para su confección están en manuscritos que se parecen mucho a una partitura musical. En realidad es más que un parecido accidental, porque cada alfombra tiene una especie de melodía propia. Los miles de hilos se estiran sobre un marco grande de madera y detrás de él, en un banco largo, se sientan los trabajadores. El maestro tejedor lee las instrucciones para cada puntada en una extraña tonada en la cual cada color tiene su nota particular.
El relato nos hace pensar en el tejido de nuestra propia vida. Todos somos tejedores y día tras día trabajamos con los hilos, a veces oscuros, a veces brillantes, que formarán parte de la alfombra. Pero bienaventurados los que están seguros de que sí hay un patrón; que escuchan y confían en la Voz que dirige y así tejen los hilos cambiantes al sonido de la música.
No buscaré los hilos caídos, sino que tejeré.
Ora:
Señor, ante el miedo, la duda, la incertidumbre al futuro, o la decepción de un fracaso, que nunca olvide que todo lo que pones en mi vida obrará para mi bien, porque en Tu perfección no existen las casualidades, y en Tu amor no existen los errores. Amén