Escucha:
“En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor” (Isaías 6:1)
Piensa:
Tenemos que quitar nuestros ojos de los demás para que podamos tener una visión completa de Jesús. Moisés y Elías tuvieron que pasar para que fuera posible la visión de Jesús nada más. En el año que murió el rey Uzías, — dice Isaías — vi yo al Señor. Sus ojos y sus esperanzas habían estado en el poderoso y victorioso líder terrenal y con su muerte todas estas esperanzas se habían hundido en la desesperación. Pero las estrellas salen cuando las luces de la tierra desaparecen. Fue entonces que la verdadera visión y la vida de Isaías comenzaron. Sólo cuando sus ojos quedaron totalmente despejados de los obstáculos que le impedían la visión completa, pudo Él asirse del nuevo panorama de verdadera vida que le aguardaba.
No es suficiente ver al Señor a la par de otras cosas y personas. Lo que necesitamos es que Él llene toda nuestra visión, todo nuestro cielo, todo nuestro corazón, todos nuestros planes y todo nuestro futuro. Lo que Él quiere de nosotros es el “primer amor”, en otras palabras, el lugar supremo; y en realidad Él no puede, de una manera satisfactoria, ser nada para nosotros hasta que no lo sea todo. Él
puede llenar totalmente nuestro ser y sin desalojar ningún afecto u ocupación legítimos. Puede armonizar con todo de tal manera, controlarlo todo de tal manera, llegar a ser la misma esencia de todo pensamiento y toda delicia de tal manera que podamos en verdad decir: “Para mí el vivir es Cristo”, porque “El amor de Cristo [me] constriñe”, me separa de todo lo demás, como un torrente contenido en su estrecho cauce, de modo que yo viva, no para mí mismo, sino “para el que me amó y se dio a sí mismo por mí.”
Ora:
Señor, danos nuestra propia experiencia de percepción apartando los obstáculos que nos impiden sentir tu total presencia; condúcenos a nuestro propio monte de la visión, permite que nuestro Moisés y Elías pasen y que no veamos a más nadie, sino sólo a Ti. Amén