Escucha:
“Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará. Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles” (Marcos 8:34-38)
Piensa:
¿El Señor querrá hacernos sufrir? Definitivamente pienso que no. En el mundo creado por Dios, en el Huerto del Edén, no había lugar para el sufrimiento. Sin embargo, pienso que Dios quiere que nosotros hagamos la elección. Podemos tomar decisiones que hieran a otros y a nosotros mismos, o podemos también ser heridos en alguna ocasión. El sufrimiento es parte de nosotros, es parte del ser humano.
Así el Señor sabe que un mundo, en el que existe la maldad, podremos sufrir a causa de nuestra fe. El mensaje de Cristo, para nuestra cultura, es difícil de asimilar, porque involucra disciplina, rectitud y fidelidad. Jesús nos llama a seguirlo en un camino en el que se llevarán muchas cargas, como en su caso la que se representó materialmente en la cruz. Lo que aquellos ignoran es que ese camino llevará también a la vida eterna.
Sabemos que no queremos sufrir, no es algo especial, pero debemos también estar conscientes que el sufrimiento que experimentemos nos acercará más al camino de Cristo. La mejor parte de nuestra Fe es que incluso en esos momentos no estaremos solos, Dios nos acompañará Siempre.
Ora
Señor, Tú que me guías por el camino necesario, acompáñame siempre; concédeme el privilegio de tu presencia tanto en los tiempos malos como en los buenos. Amen.