Escucha:
Para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor. (Efesios 3:16-17)
Piensa:
Todo el mundo tiene fe en algo. Si no fuera así, ni siquiera nos levantaríamos de la cama por la mañana. Pero la fe es una elección, y también lo es tener fe en Dios. Elegimos creer que Dios existe y que es capaz de cumplir lo que promete, y elegimos no dudar de ello, no importa lo que las circunstancias nos digan. Elegimos creer que el poder de Dios es más grande que todo. Son decisiones que tenemos que tomar todos los días.
Lo que tú y yo no debemos hacer es tener fe en nuestra fe, porque en sí misma no logra nada. Es Dios quien hace todas las cosas. Tienes fe en el Señor cuando oras y Él responde a tu oración. Tu fe no hace que Dios responda a tu oración, pero lo hace actuar poderosamente en tu vida.
Entender esto es extremadamente importante porque sin fe en Dios, no podemos llegar a donde deberíamos. Es la fe en El Señor la que nos impide intentar conseguir cosas por nuestro propio esfuerzo. Pero aunque incluso la fe en sí misma que nos da Él(Rom. 12:3), debemos desarrollarla, ya sea leyendo, hablando o escuchando su Palabra y también buscando conscientemente aplicarla día a día en nuestra vida. Porque la fe viene al escuchar las buenas noticias sobre Cristo (Rom. 10:17) y al hacer sus verdades y enseñanzas reales y palpables en nuestro corazón y en nuestra obra diaria, en cada paso que damos (Santiago 2:14-17).
Ora:
Señor, que se avive cada día mi fe, estudiando, analizando e internalizando en mi corazón cada enseñanza y verdad que hallo en Tu Santa Palabra. Que pueda también expresar esa fe sólida, en las obras, acciones y pasos que emprendo. Amén.