Escucha:
Sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio. (2 Pedro 2:9)
Piensa:
Dios nos advierte contra los deseos equivocados, porque las pasiones pecaminosas pueden llevarnos al vacío, al sufrimiento, a la decepción, al dolor e incluso a la muerte. Los creyentes sabios dejan que el Padre dirija sus anhelos… y luego hacen cambios si es necesario.
Los deseos impuros han sido parte de la naturaleza de la “carne” desde la caída del hombre, y pueden ser difíciles de ver en nosotros mismos. En lugar de cosas obvias como el robo, las drogas o la inmoralidad, a menudo implican actitudes y comportamientos más sutiles, como esperar la caída de un rival, despreciar la autoridad (2 Pedro 2:10), obsesionarse con la riqueza (1 Tim. 6:9), o incluso hablar con palabras arrogantes y vanas. Ya que las pasiones mundanas pueden causar grandes daños (2 Pedro 2:18), los creyentes deben negarlas (Tito 2:11-12). Pero no podemos superar estos deseos por nuestra cuenta. Someterse al Espíritu de Dios es la única manera de vivir con justicia.
El Señor sabe lo que realmente deseamos, y más importante, lo que necesitamos, incluso cuando el juicio turbio nos lleva por mal camino. Y Él entiende los errores honestos. Cuando un creyente malinterpreta la guía del Espíritu o recibe un mal consejo de un amigo, Dios mira el corazón. Él puede permitir que las consecuencias de una mala elección se lleven a cabo, pero no avergonzará a sus hijos por un error honesto. Él puede convertir una mala situación en algo bueno (Rom. 8:28).
Dios puede salvarnos de los deseos mundanos, pero debemos estar dispuestos a comprometernos con Él y confiar en que su respuesta es lo mejor para nosotros. Cuando ponemos nuestras vidas completamente en las manos del Padre, podemos reclamar las maravillosas promesas que Él tiene para nosotros y luego descansar en su gracia.
Ora:
Señor, líbrame de la tentación y de los deseos que no Te son agradables, de forma que pueda ser digno de las promesas que tienes para mí y descansar en ellas. Amén.