Versículo:
Bendecid a Jehová, vosotras todas sus obras, En todos los lugares de su señorío. Bendice, alma mía, a Jehová. (Salmos 103:22)
Comentario:
¡Bendecir al Señor es, sobre todo, llevar esta actitud a la propia vida!
Esto es exactamente lo que el salmista hizo al concluir el Salmo 103, después de haber expresado la invitación a “bendecir al Señor” de varias maneras, incluyendo incluso al universo en esta misión. Ahora resume el tema a su propia persona, tal como lo había hecho en los versículos 1 y 2 de este Salmo, la invitación está personificada y dirigida a su corazón.
Es como si cerrara un ciclo, donde Dios está al principio y al final, donde la acción de bendecirlo está al principio y al final, donde la unidad de la relación del siervo con su Señor no puede ser interrumpida, de lo contrario el gozo y el placer producidos en esta unión se perderán.
El siervo de Dios puede pasar por todas las situaciones de la vida, adversas o favorables, pero siempre tendrá en su corazón la certeza de la presencia de Dios a su lado y la garantía de que su poder actuará continuamente a su favor. Al creer en esta certeza, con la materialización de nuestra fe, no a través de objetos inanimados o rituales, sino con sentimientos de presencia y cuidado, le expresaremos alabanzas y le bendeciremos por todo lo que es.
Bendecir al Señor con el alma es extraer de nuestro interior, de las profundidades de nuestro ser, un canto de adoración y de alabanza que exprese todo lo que sentimos y deseamos hablar con Dios en reciprocidad por su amor y su misericordia; pero aún así, sería muy poco ante todo lo que Él hace por nuestra vida.
Oración:
Señor quiero alabarte con todo el bien que hay en mi alma, en gratitud por todos sus actos en mi favor; ¡que los vea, los reconozca y no me calle ante tan gran manifestación de amor que cada día me entregas!