Escucha:
Aunque un ejército acampe contra mí, No temerá mi corazón; Aunque contra mí se levante guerra, Yo estaré confiado. (Salmos 27:3)
Piensa:
¿Qué hace usted cuando las presiones de la vida parecen imposibles de soportar? Los viajes a través del valle de la aflicción son inevitables y dolorosos, pero Dios no los desaprovecha. Las pruebas de la vida pueden ayudarnos a conocerlo mejor.
En nuestra desesperación, Dios nos invita a experimentar su paz.
En nuestro dolor, Él se convierte en nuestro consolador y protector.
En nuestra desesperanza, Él levanta nuestros ojos para ver su bondad.
Además, en medio de las crisis descubrimos asuntos que tienen que ver con nosotros mismos. Los tiempos terribles prueban nuestra fe y revelan nuestro verdadero carácter. Cuando una crisis golpea por primera vez, la mayoría nos alarmamos. Pero en ese punto, podemos tomar uno de dos caminos muy diferentes.
El camino del temor. Si nuestra relación con el Señor es débil, el temor puede hacernos entrar en pánico, buscar consejo incorrecto, culpar a las personas o a Dios por el problema, o tratar de encontrar una salida por nuestra cuenta.
El camino de la fe. Por otro lado, si nuestra fe es fuerte, pasaremos de la alarma a la confianza, buscando al Señor por medio de la oración y su Palabra. Lo logramos teniendo fe en que Él cumplirá sus promesas a pesar de las supuestas evidencias de lo contrario, y recordando cómo nos ayudó en el pasado. De esta manera, nuestra entereza y confianza en el Señor se fortalece.
Cada adversidad que Dios permite en nuestra vida está diseñada para ayudarnos a madurar, no para destruirnos. Cuando nos rendimos al Señor en medio de una crisis, Él nos faculta para esperar con paciencia y esperanza.
Ora:
Señor, gracias por tu protección y por Tu guia. Ante las presiones de la vida, no desmayaré por que se que te encuentras conmigo, y Tu eres mayor a cualquier problema. Amén.