Escucha:
“En este mismo tiempo estaban allí algunos que le contaban acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con los sacrificios de ellos. Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente” (Lucas 13:1-5)
Piensa:
Creo que muy pocas veces en la vida, cuando cometí una acción equivocada, las personas que tenía como figuras de autoridad en ese momento, me pidieron que me arrepintiera. Seguramente a todos nos pasó alguna vez, que en el momento en que erramos nos solicitaron pedir perdón para continuar.
Cuando nos acercamos a Dios, el arrepentimiento juega un papel vital en nuestra relación con Él porque este significa una acción a tomar. En el momento en que dañamos a alguien con nuestras acciones o incluso al dañarnos nosotros como resultado de esas mismas acciones, necesitamos no solo perdonarnos y pedir perdón al Señor, únicamente, sino arrepentirnos, porque ello implicará un cambio de mentalidad y con ello un cambio de actitud.
Muchas personas piensan que el arrepentirse, significa “sentirse mal” por el daño cometido, y sentirse mal, es parte del dolor de reconocer nuestro error. Arrepentirnos significa convertir ese dolor en acciones y transformarnos en espíritu, para convertirnos en la creación que Dios nos ha llamado a ser.
Las escrituras de hoy son prueba de la importancia del arrepentimiento y es que Jesús al hablarle a aquellos reunidos con Él, los exhortó a arrepentirse y a cambiar su forma de pensar, vivir y amar. Los invitó a reconocer, que a pesar de que en ocasiones podamos no vivir la vida a la que Cristo nos llama, contamos con el maravilloso don de la Misericordia de Dios, que no nos juzgará por cuán lejos nos hayamos alejado, sino por cuanto es el Amor que El Señor tiene por nosotros. Que suerte servir a Dios, que sin miramientos, nos da siempre una segunda oportunidad.
Si sientes que has pecado, o que con tus acciones has dañado a alguien o a ti mismo, arrepiéntete ante el Señor, ya que ese es el único camino para obtener el regocijo y libertad a los que Él nos llama.
Inténtalo otra vez, aprovecha esa segunda oportunidad, que siempre tendremos en Cristo, para cambiar nuestras vidas.
Ora:
Señor, te pido la humildad para arrepetirme ante ti y el valor para reconocer, cuando he pecado, que el rumbo de mi vida debe cambiar. Dame la fuerza, para guiado por tu misericordia, reflejar en mis acciones, el amor que me has dado y en él, seguir tu camino.