Escucha:
Pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra. (Isaías 66:2)
Piensa:
Los creyentes siempre están bajo la cobertura de la gracia y el amor de Dios. Nada de lo que hagamos podrá cambiar eso. A la vez, nuestra conducta y condición del corazón determinarán si recibiremos la abundancia de sus bendiciones. El pasaje de hoy nos enseña cómo experimentar el favor del Padre celestial.
Primero, Él desea que tengamos un corazón contrito y un espíritu humilde (Sal 51.17). Para que sea así, todos los aspectos de nuestra vida deben estar rendidos al Señor Jesús. Pero nos resulta difícil rendir a Él algunos sueños, deseos y personas.
Cualquier cosa que no entreguemos a su autoridad es evidencia de orgullo, todo lo contrario de lo que nuestro Padre celestial quiere ver en sus hijos. Recuerde que “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (Stg 4.6). La falta de sumisión es prueba de que creemos que nuestro proceder es mejor que su plan.
Segundo, Dios nos dice que temblemos a su palabra (Is 66.2). La Biblia es viva y poderosa para enseñarnos y transformarnos. Piense en cómo tratamos a este tesoro. ¿Dedicamos tiempo cada día para leerla, y poner en práctica sus preceptos?
¿Anhelamos más de la Palabra de Dios en nuestras vidas, para conocer mejor a su Autor? Un indicador de nuestra reverencia es la obediencia: para honrar al Señor, debemos obedecerle.
Todos deseamos el favor de Dios. ¿Está usted viviendo de una manera que lo pone en posición de recibir sus abundantes bendiciones? Analice sinceramente si ha sometido todos los aspectos de su vida —desde sus finanzas hasta su salud, relaciones y hábitos de trabajo a Jesucristo.
Ora:
Señor, que mi conducta sea siempre agradable a las verdades que me muestran Tus Escrituras. Quiero ser digno de las abundantes bendiciones que guardas para quienes Te siguen fielmente.