Escucha:
“Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Corintios 12:9-10)
Piensa:
A pesar de la molestia de ver perder a mi equipo favorito de futbol, quedé satisfecho con las declaraciones del entrenador, porque me pareció que serían las adecuadas para empezar una mejora: “debemos trabajar en nuestras debilidades, que se concentran en la defensa y los tiros libres; solo corrigiendo las debilidades podremos hacer uso efectivo de nuestras fortalezas” Tomar en cuenta nuestras debilidades y asumirlas como un camino de crecimiento, creo que es lo que el equipo requería, pero también nosotros a la hora de caminar junto al Señor.
Generalmente nos cuesta reconocer en que fallamos y tendemos a ocultarlo y evadirlo; es algo que está en la naturaleza humana. Podemos incluso llegar a pensar que solo las fortalezas son las que honran a Dios y olvidar que Él también usa nuestras debilidades para su gloria. El Señor quiere fortalecer nuestro carácter y sabe que cuando nos levantamos en Él, luego de caer, somos conscientes de su poder y misericordia para nosotros: “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros” (2 Corintios 4:7)
En las escrituras de hoy El Apóstol Pablo le rogó a Jesús que le quitara una aflicción personal que azotaba su vida, y una carga que aparentemente era para él una limitación. Jesús le dio esta respuesta, la que luego el Apóstol Pablo escribió: Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Las palabras de Pablo nos presentan una gran lección: El maravilloso poder de Dios es aún más fuerte y perfecto cuando con humildad confrontamos nuestras debilidades.
Así, es importante reconocer y corregir nuestras fallas en Dios, porque sin hacerlo nuestro corazón se llena de orgullo y nos sentimos autosuficientes; incapaces de necesitar de alguien más. La Biblia nos enseña que El Señor mira al altivo de lejos; así que nuestras debilidades son útiles para mantenernos humildes, reconociendo que somos una obra perfectible, que solo tiene sentido junto a Dios.
Si hoy te sientes débil, triste o angustiado, una vez más levanta tu rostro con firmeza y echa mano del gozo y cuidado que sólo el Señor provee. Recuerda que las fortalezas demostradas, hablan de nuestro valor, pero las debilidades superadas muestran nuestro carácter y en el punto más bajo de tu vida, es cuando el poder de Dios se manifiesta de la manera más grande y maravillosa.
Ora:
Señor, Ayúdame a reconocer con humildad mis debilidades, sabiendo que solo en Tu poder podré superarlas. Aleja De mi corazón el orgullo, porque sé que Tu gozo y misericordia no son dignos del espíritu altivo sino del corazón modesto que Te sirve y Te busca con fe. Amén.