Escucha:
“Pasando otra vez Jesús en una barca a la otra orilla, se reunió alrededor de él una gran multitud; y él estaba junto al mar. Y vino uno de los principales de la sinagoga, llamado Jairo; y luego que le vio, se postró a sus pies, y le rogaba mucho, diciendo: Mi hija está agonizando; ven y pon las manos sobre ella para que sea salva, y vivirá. Fue, pues, con él; y le seguía una gran multitud, y le apretaban” (Marcos 5:21-24)
Piensa:
El amor de Dios tiene muchas dimensiones, se muestra en el perdón, se fortalece en nuestras angustias, nos sorprende en cada bendición; pero una de las dimensiones más hermosas de ese amor es que es incondicional.
En las escrituras de hoy, vemos como Jesús obraba a través de ese amor incondicional. Al ser abordado por un Padre vulnerable y desesperado por el estado de salud de su hija, no dudó en atender su llamado y lo acompañó a su casa para librarlo de aquella angustia, para proveerle sanación a ese ser tan importante para aquel hombre que lo abordaba.
Jesús no puso objeciones sobre la situación de Jairo o sobre la multitud que lo ocupaba. Respondió al necesitado por amor y con amor.
Te invito hoy a atender el llamado de Dios, y a buscar de Él, en medio de esa tormenta que estés atravesando. Confía en su cuidado y afecto sin condiciones, y recuerda: No existen dudas que nos impidan confiar en El Señor, porque cuando en Él oramos, con su acción y obra nos responde.
Ora:
Señor, que tu amor sin condiciones, me cubra y guarde ante las dificultades, ante las tormentas de la vida, ante aquellos que quieran accionar contra mí. Sé que te encuentras a mi lado, cuidándome y fortaleciéndome. Amén.