Escucha:
“Y les dijo: Dondequiera que entréis en una casa, posad en ella hasta que salgáis de aquel lugar. Y si en algún lugar no os recibieren ni os oyeren, salid de allí, y sacudid el polvo que está debajo de vuestros pies, para testimonio a ellos. De cierto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para los de Sodoma y Gomorra, que para aquella ciudad. Y saliendo, predicaban que los hombres se arrepintiesen. Y echaban fuera muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos, y los sanaban” (Marcos 6:10-13)
Piensa:
Jesús dijo a sus discípulos que si alguna persona rechazaba su mensaje, ellos debían alejarse y llevar ese mensaje a otro lugar. Probablemente muchos pudieron haber visto algún tipo de debilidad en esa acción, pero de hecho Jesús mismo en magnífica sabiduría, estaba consciente de que ello los haría más fuertes.
¿Por qué consumir energías en convencer al incrédulo, cuando se podían concentrar esas energías en llevar el mensaje del Señor a lugares donde rendiría el mayor de los beneficios? Así Jesús con su mensaje de paciencia y obediencia liberó a sus discípulos para hacer su trabajo de sanación y enseñanza donde haría mayor bien.
Sé que nos resulta difícil imaginar que en situaciones como estas dejemos la batalla y mostremos cierta “debilidad”. Sin embargo Dios de tiempo en tiempo nos llama a hacer exactamente eso, sabiendo que de alguna forma en los momentos en que dentro de algún grado de debilidad, cedemos, podemos lograr a partir de allí el mayor de los impactos.
Considera en este momento tus fortalezas y debilidades, y pregúntate cuál de ellas guarda el mayor potencial para continuar con gratitud y obediencia el camino de la Fe.
Recuerda: así como confías en Dios, Dios para ello confía en ti.
Ora:
Señor, tu que cada día me guías a través de tu espíritu, enséñame a reconocer, cuando continuar la batalla y cuando retirarme. Guíame en el camino de la fe, al lugar donde haré en tí, el mejor de mis esfuerzos. Amén.