Escucha:
No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis. (Mateo 7:18-20)
Piensa:
Al final de este pasaje, donde termino su disertación sobre las elecciones de la vida, Jesús reafirma su exposición sobre la responsabilidad individual de cada uno de nosotros en la definición de nuestra relación con Dios.
Muchos sienten que no hay forma de seguir verdaderamente a Dios por culpa de los hombres que dicen representarlo; otros siguen los preceptos humanos sin cuestionar sus fundamentos. Esto nos muestra la importancia del tema propuesto por Jesús. No quería ser otro profeta, maestro o líder de su tiempo; vino a cumplir la voluntad de Dios.
Al igual que sus oyentes, ese día, al pie de la montaña, tenemos que absorber y evaluar bien sus palabras, no sólo las del sermón de la montaña, sino toda su predicación que expresa el Reino de Dios ofrecido al mundo.
Nos corresponde a nosotros, a ti y a mí, distinguir la forma, el olor, el sabor y las características nutricionales de los frutos presentados, elegir el mejor y el verdadero, que viene directamente de las manos del Señor.
Jesús nos ofrece en sus palabras parámetros de elección; y es que a medida que sigamos sus directrices, seremos sostenidos; y a medida que caminemos por los caminos estrechos, seremos capaces de identificar y elegir la puerta correcta e identificar a los verdaderos profetas – que hablan de Dios – y saborear los verdaderos y buenos frutos producidos por el Señor.
Ora:
Señor, quiero conocerte cada día más y profundizar en las enseñanzas de Tu Santa Palabra. Dame la disciplina para mantener mi avance en esa ardua, pero reconfortante tarea, que me permitirá adquirir, siempre de Tu mano, la sabiduría para diferenciar los frutos verdaderos de los falsos, los caminos estrechos de la salvación, de los anchos que nos alejan de Ti y las porteros correctas que son los verdaderos hombres hacedores de Tus Santas enseñanzas. Amén.