Escucha:
“Porque no nos ha dado Dios un espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7)
Piensa:
¿Qué pensarías si yo te dijera que puedes vivir sin temor? ¿Me creerías si te dijera que, a pesar de lo que veas en las noticias esta noche, podrás estar perfectamente en paz? ¿Imposible? ¿Ficticio? ¡No!
El temor no es sólo una reacción a las circunstancias externas; es también una fuerza espiritual. Empieza en tu interior, y es muy destructivo. Asi como Dios actúa en respuesta a la fe. Nuestro enemigo utiliza el temor para oponerse a las promesas de Dios.
Un ejemplo excelente de esto lo encontramos en Mateo 14, cuando Jesús invitó a Pedro a caminar sobre el agua. «Pero al sentir [Pedro] la fuerza del viento, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó: «¡Señor, sálvame» (versículo 30).
¿Qué le dio a Pedro la confianza para caminar sobre el agua? Su fe en la Palabra de Jesús. ¿Qué provocó que Pedro empezara a hundirse? Él sintió el fuerte viento y se llenó de temor. No fue el viento que lo venció, sino el temor a éste. Él miró las circunstancias, se dejó llevar por el temor y el resultado fue la derrota. Si Pedro hubiera mantenido su mirada en Jesús, su fe nunca habría titubeado. Todo el escándalo y el viento huracanado del mundo no lo hubieran sacado del curso.
La fe crece cuando meditamos en la Palabra de Dios. El temor crece cuando meditamos en nuestros circuntancias. Dicha meditación se llama “preocupación”. ¡No lo hagas!
La Palabra de Dios es la espada del Espíritu. Úsala para pelear contra todo aquello que pueda levantarse en tu contra. Esgrime tu escudo de la fe. Habla palabras de fe, y el temor se irá.
Ora:
Señor, concédeme el valor para sobreponerme al miedo y la angustia que encuentro en las cosas que se escapan de mi control. Fortalece mi fe para confiar en que ellas están bajo Tu cuidado, de forma que pueda continuar en el camino de abundancia y vida, que tienes planeado para aquellos que Te buscan y Te siguen. Amén.