Escucha:
¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas. (Santiago 5:13)
Piensa:
La palabra griega traducida como afligido no se refiere al padecimiento de la enfermedad y la muerte; su traducción literal es “atribulado”.
Si tienes tribulaciones, debes orar. Eso es lo que dice la Palabra. Observa: no dice que los que deban orar sean tu pastor o tus amigos. Dice que tú debes hacerlo.
Por lo general, buscamos la manera más fácil de solucionar nuestros problemas al pedirle a otros que oren por nosotros. No hay nada malo en eso, pero nunca alcanzarás la victoria total en tu vida hasta que empieces a hacerlo tú mismo.
Si yo oro para que Dios te resuelva un problema, quizás disfrutes del éxito temporario; luego vendrá un nuevo problema porque cometerás los mismos errores que la primera vez. Pero si tú mismo empiezas a orar y a escudriñar las cosas del Espíritu, recibirás respuestas permanentes. Podrás hacer los cambios en tu vida para evitar que esos problemas vuelvan a surgir.
Si has recibido a Jesús como tú Señor, tienes acceso al trono del Dios Todopoderoso. Él tiene todas las soluciones para cualquier problema que puedas enfrenar, y sólo está esperando que te acerques a Él para darte la respuesta. Quizás necesites invertir un buen tiempo con Él para que puedas escucharlo, pero valdrá la pena; Dios nunca te dejará sin la respuesta.
No dependas de otros para que hagan la oración que a ti te corresponde hacer. Acércate personalmente al trono de Dios hoy mismo.
Ora:
Señor, permíteme recordar cada día el alimento indispensable para mi espíritu y para caminar cercano a Ti, que representa la oración. Ayúdame a confiar en esa maravillosa herramienta que me regalas, para sobreponerme en Ti, a cualquier situación. Amén.