Escucha:
Adquiere sabiduría, adquiere inteligencia; No te olvides ni te apartes de las razones de mi boca; No la dejes, y ella te guardará; Amala, y te conservará. (Proverbios 4:5-6)
Piensa:
Vivimos en la “era de la información”, donde las noticias aparecen por teléfonos celulares, y pueden hacerse estudios universitarios en la Internet. Pero he notado que, aunque estamos rodeados de muchos conocimientos, no hay mucha sabiduría. La sabiduría que viene de Dios es la capacidad de ver las cosas desde la perspectiva del Señor y responder de acuerdo a los preceptos de las Sagradas Escrituras. No se puede descargar al instante esa capacidad, pero puede adquirirse con el tiempo.
Dios nos dice que el tesoro más valioso es la sabiduría (Pr 8.11). Los creyentes necesitamos tener su perspectiva y sus preceptos para vivir conforme a Cristo; por eso, adquirir sabiduría no es una sugerencia, sino un mandato (4.5). Un mandato que se convierte en la muestra de un camino para acercarnos a la persona que Dios quiere que seamos.
Piense en los relatos de “la fiebre del oro” del siglo 19. La gente arriesgaba sus vidas con el solo propósito de conseguir riquezas. La sabiduría vale mucho más que una veta del precioso metal. Al comparar las dos, el Señor nos llama a buscar con pasión el conocimiento y el discernimiento divinos.
En Proverbios 8.17 la sabiduría es personificada, y ella dice: “Yo amo a los que me aman; y me hallan los que temprano me buscan”. Dios se ocupará de que los creyentes que busquen la sabiduría la alcancen. Además, cuando el deseo de nuestro corazón es algo que tiene valor duradero, recibimos un extra: prudencia, conocimiento y discreción (Pr 8.12 NVI).
Ora:
Señor, renueva cada día mi vocación de buscarte, estudiando y analizando las valiosas enseñanzas que nos muestra Tu Palabra e intentado aplicar cada una de ellas en mi vida diaria. Sé que de esa forma podre hallar la valiosa sabiduría por la que nos guías y orientas.