Escucha:
“Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:14-16)
Piensa:
Roma, la capital de Italia, tiene la noche más oscura de toda la tierra. Sin embargo los habitantes de la ciudad dicen que incluso ante esa oscuridad, una sola estrella basta para ser reconocida, sin importar la altura o la distancia. Es así, que la luz más pequeña puede hacer en las más profundas tinieblas, una gran diferencia.
Las escrituras de hoy, nos recuerdan esa importante verdad. Muchas veces podemos sentir, que no es mucho lo que podemos ofrecer. Pareciera que nuestra luz se apagase, o que por otro lado, no la estamos dejando brillar como de verdad ella puede. De pronto pasamos por alto que no importa la intensidad el brillo de nuestra luz o cuán grande ella sea, lo importante es que brille para que alumbre nuestro andar y también el andar de otros a nuestro alrededor.
En un mundo de injusticia y odio, haz brillar tu luz de paz y dignidad. En un mundo de rechazo y dolor, que brille la aceptación y el cuidado. Dondequiera que te encuentres, haz que los que te rodean reconozcan la luz de esperanza que hay en ti.
No escondas tu luz; Dios nos ha creado en un llamado y propósito para nuestras vidas. Nos han sido dados dones que debemos compartir con el mundo. Podemos ser agentes de cambio para otros, podemos impactar positivamente sus vidas y en ese camino seguir el llamado del Señor.
Hoy podemos. Que en Cristo, no pare de brillar nuestra luz.
Ora:
Señor, gracias por concederme tu luz en cada amanecer. Ayúdame a reflejar su brillo en la vida de mis hermanos. Dame el coraje para cambiar aquellas cosas que pueden apagar el resplandor de tu presencia en mí vida. Brilla en mí hoy Señor. Amén.