Escucha:
Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo: Pasemos al otro lado. Y despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba, en la barca; y había también con él otras barcas. Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba. Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza (Marcos 4:35-39)
Piensa:
Hace unos días observaba la pelicula “Tormenta Perfecta” que mostraba la historia de un grupo de pescadores que arriesgaban sus vidas en el oceano atlántico para poder llevar sustento a sus familias. En un pasaje de la historia los personajes enfrentaron una secuencia de tormentas; ni bien terminaba una ya se avecinaba la siguiente. Ello me hizo recordar una analogía con ciertas fases que transitamos en nuestra vida, en el que las tormentas naturales de problemas y decepciones, que suelen ocurrir, tienden a juntarse y dejarnos sin respiro. Apenas te preparas para enfretarte a una, observas que la otra ya se acerca.
En un momento todo parece perfecto, el viento está a tu favor, el océano calmo y el sol radiante. Pero en un instante, se acerca la lluvia como presagio a la tormenta y tu bote empieza a tambalearse en el violento mar. ¿A dónde puedes ir ahora? ¿Qué Cosas puedes hacer para sortear esas tormentas y salir victorioso? Los marineros cuentan con sus equipos de navegación, GPS, satélites y otras herramientas, pero nosotros: ¿Qué equipos podemos usar para navegar tranquilos las tormentas de la vida?
En las escrituras de hoy, vemos como la única herramienta disponible para los discípulos en esa apremiante situación, era su confianza en Jesús. En el relato este les indicó que cruzaran el mar de Galilea, y se fue a dormir. De forma repentina se desencadenó una feroz tormenta que puso sus vidas en riesgo, por lo que despertaron a Jesús diciendo: “Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?”. Jesús respondió levantándose y aplacando en el poder del Señor la tormenta.
Con cualquier problema al que te enfrentes esta semana, confía en las herramientas que Dios te ha dado para navegar a través de los acontecimientos negativos que pueden ocurrir en tu vida: El amor de tu familia, de tus amigos, la sabiduría de las escrituras y su guía compasiva y paternal.
Recuerda, todos atravesamos tormentas (enfermedades, soledad, problemas financieros, enemistades), y El Señor a veces las permite, Sin embargo, como lo dicta su palabra, Él prometió no abandonarnos nunca (Hebreos 13:5) y por ello, nos mantendrá calmos ante cualquier tormenta.
Ora:
Señor, oro por aquellos que se encuentran hoy en medio de una gran tormenta. Está presente en ellos, confórtalos y guíalos por el camino correcto. Confío en tu cuidado para que también me acompañes en mis propias tormentas. Amen