Escucha:
Y dijo: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios. (Éxodo 3:6)
Piensa:
Durante el terremoto a Haití, un amigo tuvo la oportunidad de ir a una misión humanitaria a apoyar a las víctimas de aquel fatal acontecimiento. Uno de sus testimonios de esa experiencia me hizo reflexionar: “Apenas llegué a Puerto Príncipe, me encontré rodeado de una pobreza y miseria inigualables, incluso en zonas donde el terremoto no se había manifestado. Los ojos de los niños hambrientos, la angustia de las madres haciendo tortas de barro para alimentarlos; toda la desidia que allá reinaba, me enseñaron que estamos lejos de un buen mundo”
El hizo su reflexión en términos de la justicia en la tierra, pero la mía fue relacionada con el hecho de que mi amigo, en su apoyo a aquellas personas estaba llevando a la práctica la esencia más pura de nuestra fe, que el mismo Cristo dejo como legado para nosotros: “Dame de Comer, Vísteme, Conóceme, Ámame.”
Mi amigo se encontró cara a cara con El Señor, incluso sin estar consciente de ello, pero para Él no fue en la mejor de la situaciones justo como sucedió con Moisés. Y es que a veces olvidamos que Dios es paciente, creativo y nos conoce más de lo que nos conocemos a nosotros mismos y además puede en ocasiones llamarnos a encontrarlo en lugares fuera de nuestra zona de comodidad.
Así como Moisés, así como mi amigo, podemos ser probados, alejados de nuestra estabilidad y ser víctimas de la angustia, miedo y pánico. En esos momentos recuerda que Dios tras bastidores te está moldeando mediante esas cargas, cambiándote en la creación que debes ser.
Vence en En El Señor, mediante su palabra. Él dice: “No temas, porque yo estoy contigo”
Ora:
Señor, tu que eres dueño de toda la misericordia y compasión, guía mis manos y mi corazón, para obrar victorioso ante el miedo y la angustia. Sé paciente conmigo y hazme sabio para reconocer que todo lo puedo cuando estoy contigo. Amén.