Escucha:
“Jehová cumplirá su propósito en mí; Tu misericordia, oh Jehová, es para siempre; No desampares la obra de tus manos” (Salmos 138:8)
Piensa:
¿Alguna vez ha tratado usted de caminar en línea recta mientras mira sus pies? Inténtelo en la playa para que vea las pisadas que deja atrás. Probablemente se sorprenderá al ver torcido el camino. Pero fije su mirada en algo lejano, y cada paso le dirigirá en la dirección deseada.
Nuestra vida se asemeja a esto. Si nos fijamos objetivos, entonces nuestras decisiones, acciones y pensamientos nos conducirán a la meta deseada. En cambio, si nos pasamos la vida sin objetivos específicos, vagaremos y desaprovecharemos tiempo valioso y energías.
Los objetivos son cruciales para vivir correctamente. ¿Por qué, entonces, hay tantas personas que no son capaces de trazarse metas? Algunas simplemente no ven su importancia, mientras que otras son demasiado perezosas para idear un plan, o no saben cómo hacerlo. Y además, están las que no tienen fe en la capacidad de Dios de ayudarlas a realizar sus aspiraciones.
Piense en las metas que tenía Cristo; ellas impulsaban todo lo que hacía. En realidad, su vida estuvo centrada en un objetivo determinado incluso desde antes del comienzo del tiempo: entregar su vida en la cruz para salvar a la humanidad del pecado y glorificar al Padre. Jesús tenía también objetivos para cada día, tales como a quienes buscaban la justicia y deseaban servir a los demás.
Imagínese el efecto que pudiera tener nuestra vida si le pidiéramos a Dios que guíe nuestras metas. Pregúntele hoy: “¿Qué quieres cambiar en mi vida? ¿Qué deseas lograr por medio de mí?”. Hemos sido creados para glorificar al Señor, y para ser productivos en su servicio.
Ora:
Señor, Ayúdame a glorificarte cada día usando los dones que me has regalado. Cambía y aleja de mi vida, las cosas que me impidan mantenerte junto a mi y guíame siempre a tus propósitos de bien. Amén.